Las prácticas generativas están diseñadas para desarrollar las cualidades internas de la sabiduría al mover hacia afuera nuestros límites normales, expandiendo las maneras en las cuales típicamente vemos y pensamos. Donde la meditación en la calma es un deshacer al aquietar y pacificar nuestros pensamientos, la meditación generativa es un hacer al generar activamente emociones y pensamientos positivos. Estas prácticas profundizan la intención. Forman y fortalecen los caminos mentales que llevan a la claridad de la mente. Si se practican regularmente, pueden ser realmente transformadoras.

Pare que la visualización sea efectiva, se requiere una mente my concentrada. En ella, sistemáticamente creamos una imagen mental de una figura—tal como la de Buda o la sílaba Om—comenzando desde el fondo, para después lentamente ir construyéndola poco a poco hasta que alcancemos el tope. No hacemos análisis; simplemente visualizamos la imagen más clara y más detallada que podamos. En el proceso, estamos visualizando las cualidades de estas figuras, y al hacer eso ayudamos a generar esas cualidades dentro de nosotros mismos.

La meditación con visualización es muy importante en el Budismo Vajrayana. Puede ser muy meticulosa. Por ejemplo, podríamos visualizar figuras detalladas de bodhisattvas quienes tienen múltiples caras y brazos, con ornamentos intricados y ropa coloreada quienes viven en ambientes elaborados. Este grado de detalle es esencial, al reflejar la complejidad de nuestras mentes. Como cada detalle tiene un significado más profundo, sirve como un recurso mnemotécnico al ayudarnos a recordar e internalizar las enseñanzas.

La meditación en el cariño o el amor cultiva nuestra habilidad emocional para desearles a otros sinceramente felicidad y bienestar espiritual. A través de ella, internalizamos un verdadero entendimiento de que todos quieren y desean amor incondicional. En el proceso de generar ese amor ayudamos a liberar a otros del sufrimiento.

Comenzamos por pensar en alguien que haya sido muy amoroso con nosotros, quien nos haya protegido y reconocemos todas las formas con las cuales ellos han ayudado. La mayoría de las veces, el ejemplo más puro es nuestra madre quien por el mero acto de darnos vida y sostenerla—a costa de su propio dolor—encarna al amor incondicional. Envueltos en esta sensación de amor incondicional nos hacemos uno con ella hasta que queramos esparcirla también. Con el tiempo, nuestro círculo de amor se extiende a más y más personas.

Las oraciones son un recordatorio activo de las enseñanzas; ellas generan energía positiva para otros mientras enfocamos la mente y reforzamos los preceptos. Ellas se centran en una cualidad buena, una que todos buscamos. Al pensar en un bodhisattva que corporiza esta cualidad encontramos un ejemplo de éxito, que sugiere que nosotros también podemos ser capaces de alcanzar esa cualidad algún día. Reconocemos nuestro propio potencial, la efectividad de la enseñanza y la práctica, y la importancia de nuestra conexión a nuestro maestro. Comprendemos que nosotros también podemos tener éxito—y que ese éxito es para el beneficio de otros, no de nosotros mismos.

El cantar puede ser orar llevado a la música. Como tal, puede proveer los beneficios de la oración: reforzar las enseñanzas, canalizar la admiración por cualidades especiales de la mente, expresar confianza en nuestra propia habilidad de lograr esas cualidades a través de la práctica—y sobre todo, desear el bien de otros. La adición de música le añade un compromiso emocional más profundo, fortalece la intención de las palabras, y le añade resonancia a su contenido.

Alcanzar la iluminación requiere a ambos al cerebro y al corazón: Si la sabiduría es la llama del fuego, el mérito es el combustible. Mientras todas las enseñanzas de moralidad generan mérito, el trabajo y el voluntariado están entre las mejores formas de poner esos conceptos en práctica. Éstas son una manifestación física de generosidad, dando de nuestro tiempo, nuestra energía, nuestra buena intención—en resumen, dar de nosotros mismos a otros desinteresadamente.

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