En su forma más amplia, la meditación es un medio universal de supervivencia. Nuestras mentes corren constantemente, llena de pensamientos y emociones azarosas, planes futuros y experiencias pasadas. Sin un descanso de este caleidoscopio implacable nos volveríamos locos. Por eso, buscamos maneras de descansar. Los atletas entran en la zona. Los músicos se sumergen en la música. Los conductores pierden el sentido del tiempo. La meditación hace uso de esta habilidad básica para estar presente en la vida diaria.

La conciencia comienza al estar atento, alerta. Es un acto volitivo, por el cual notamos cada paso y aspecto de una acción, frecuentemente la primera vez. Si estamos comiendo, notamos el sabor, la textura, el color de la comida, la sensación del tenedor, el movimiento del masticar. Con práctica, también llegamos a darnos cuenta de nuestras reacciones—así como de las emociones que las sostienen y de las causas de esas emociones. Una vez que nos damos cuenta de éstas, podemos aplicar las enseñanzas relacionadas.

 

La conciencia puede ser un muy buen amigo, un guardián protector. Podemos conocer los problemas de la rabia y el odio y los beneficios del cariño y el amor. Sin embargo, si no logramos darnos cuenta de que estamos rabiosos—lo que dispara la rabia, lo que automáticamente decimos o hacemos, las consecuencias que inevitablemente vendrán—no pondremos las enseñanzas en práctica. Esta conciencia del darnos cuenta nos permite responder a los problemas, no sólo reaccionar ante ellos.

Las prácticas para calmar la mente son comunes en muchas tradiciones espirituales. Con frecuencia se hacen con ejercicios respiratorios o al concentrarse en puntos externos de foco. Esto ayuda a liberar nuestras mentes de pensamientos pequeños, sin importancia y de influencias que nos distraen. Nuestras mentes pueden descansar—no dormir, sino simplemente “ser.”

Como resultado de esta práctica, poco a poco ganamos concentración. No perdemos energía en muchas cosas sin entender ninguna verdaderamente. En vez de eso, nuestras mentes pueden concentrar todo su poder en un asunto específico,  en el proceso de construir un alerta interno, fortaleza y claridad

Así como una lupa puede iniciar un fuego, una mente enfocada en un solo aspecto desarrolla sabiduría y quema la ignorancia. Dentro del Budismo, las prácticas que ayudan a generar esta sabiduría se conocen como meditaciones en el entendimiento o vipassana, la cual literalmente quiere decir ver más allá o un ver superior. Comenzando desde la base o fundación que es la calma, la mente concentrada, estas meditaciones analíticas incluyen exploraciones ordenadas del cuerpo, la mente y aspectos específicos de la enseñanza Budista. Ultimadamente, llevan a una claridad absoluta—haciéndonos capaces de cortar el sufrimiento de raíz, al ver su verdadera naturaleza.

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