La enseñanza de Buda del dharma—las cosas como son—surge de ciertos conceptos claves, enumerados en El Sendero Óctuple. Estos trabajan al unísono con las enseñanzas y prácticas presentadas en otras secciones de este sitio. Cada uno amplía al otro, creando una comprensión más profunda, más rica a medida que los estudiamos. Juntos, nos ayudan a encontrar claridad—y nos acercamos a la verdadera sabiduría y a la iluminación.
Origen Dependiente y Transitoriedad (Impermanencia)
En el Budismo esta idea se expresa como causalidad. Eso es, que todo depende de causas y condiciones específicas. Vemos una silla gracias a la luz. La tristeza ocurre por la pérdida. Una flor crece por el sol, la tierra y el agua. Además, esa causa no existe por sí misma. Nuestra experiencia es siempre el resultado de la dualidad: causa y efecto, contraste y distinción.
El corolario a la interdependencia es la transitoriedad (impermanencia). Todas las cosas cambian. Nada es permanente. Todo está en un constante estado de movimiento. Vemos las cosas crecer y morir en la naturaleza todos los días. Aún las cosas aparentemente inmutables como el hierro eventualmente se rompen. La ciencia occidental ha revelado a través de la física cuántica que las moléculas más pequeñas de la materia están en constante movimiento y que pueden cambiar su naturaleza de partícula a onda, dependiendo de las circunstancias.
Para que el mundo cambiante alrededor nuestro tenga sentido, nuestras mentes ensamblan una estructura de conceptos; etiquetamos y explicamos todo. Hacemos distinciones, vemos separaciones y experimentamos al mundo como aparte de nosotros. Olvidamos que cada concepto, cada pensamiento surge como resultado de ciertas condiciones. Nuestra experiencia de esas condiciones puede diferir de la experiencia de otras personas con ellas, según el filtro que usemos para interpretar esas condiciones—el fondo emocional, físico y psicológico que traigamos a la situación.
Ese es el corazón del origen dependiente: Nuestra experiencia de la realidad depende de otros factores así como todo alrededor nuestro depende de otros factores para llegar a ser. Y todo sucede en un estado de movimiento constante y de cambio. Ultimadamente, el origen interdependiente describe la progresión que da vida al ciclo de renacimiento sin fin.
Karma
Karma es la ley de causa y efecto que está imbuida en el origen dependiente.
El Karma es una ley universal, una verdad de la existencia. El Budismo coloca un énfasis específico en el karma porque cada acción, consciente o inconsciente, deja una impresión en la mente, una clase de ímpetu hacia adelante que influencia todos los eventos sucesivos de la vida.
El estar al tanto de la ley del karma nos ayuda a reforzar nuestra práctica. Las enseñanzas y sus guías nos apoyan a cada uno de nosotros a crear las condiciones idóneas para la iluminación. Y lo largo del camino, las enseñanzas nos ayudan a modificar nuestras acciones (karma) para promover felicidad para nosotros mismos y para los otros.
Abnegación
Casi todo el mundo siente que tienen una esencia personal que no cambia. Pero de hecho, el sí mismo es transitorio (impermanente); está en un estado constante de formación que depende de otros factores.
Lo que experimentamos como el sí mismo es en realidad solamente entrada de información a través de nuestros sentidos según el filtro de los sentimientos, reconocimiento y pensamiento. El organizador central de toda esta actividad es nuestra conciencia.
Estos cinco factores, conocidos como Los Cinco Agregados, se combinan en un continuo ballet mental para crear un sentido de continuidad—una historia y nuestro lugar en ella—que se siente como una cosa sólida en relación al resto del mundo.
Las metáforas son frecuentemente de gran ayuda en las explicaciones Budistas. El proceso mental que pensamos es nuestra realidad es como una antorcha siendo girada tan rápidamente que la luz se ve como un anillo de fuego sólido. De hecho, el círculo de fuego solamente tiene la apariencia de solidez.
De la misma forma, nuestra realidad aparente se hace de momentos individuales, que se mueven tan rápido que parecen tener una realidad sólida continua por sí misma. Sin embargo, nunca hay continuidad real; no hay una sola entidad que pase de momento a momento. Esto es abnegación.
Vacío
Como la abnegación es verdad para nosotros mismos, entonces el corolario para toda la existencia es el vacío. El vacío no es la nada. Es la descripción última de la verdadera relación entre nuestra mente y nuestra experiencia interna y externa; es la percepción última.
El vacío es la verdadera realidad. Para realizarlo, debemos primero entender la naturaleza de la mente—clara, luminosa y libre de miedo o esperanza. A medida que nos movemos más allá del constructo mental que llamamos el sí mismo, y entendemos con absoluta claridad sin filtros mentales, experimentamos ambas, la abnegación y la transitoriedad o impermanencia de todas las cosas.
El resultado es una relación transformacional con el mundo—una transformación que beneficia a todos los seres vivientes.